Una gran fuerza

- Ese hombre afortunado! ¿Vamos a ayudarle
Maestro respondió:
- ¡No! Vamos a estar en nuestro camino!
pero más tarde, todavía no entiendo por qué no habían ayudado al pobre hombre, el discípulo vio a otro vagón en las mismas condiciones. Sólo que esta vez, el carretero estaba furioso, jurando y maldiciendo la situación. Esta vez, el maestro sug-rió:
- Vamos a ayudar a este hombre.
El discípulo no entendía y le preguntó:
- Pero, señor, el otro carretero estaba orando y no ayuda, esto nos está maldiciendo y deja que te ayudemos?
Maestro respondió:
- Todo lo que está hablando es de boquilla. Observar la acción de este hombre.
El discípulo miró y vio al hombre con el hombro lleno de sangre debajo de la carreta, haciendo una fuerza enorme para sacarlo del barro.
Ellos ayudaron al muchacho, quien dio las gracias y se fue.Después de eso, el profesor citó la frase de San Ignacio de Loyola:
- Debemos orar, sí, como si todo dependiera de Dios, pero debemos actuar como si todo dependiera de nosotros.
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