David fue sucedido por su hijo, Salomón, que fue el rey que construyó el gran templo de Jerusalén.
A la muerte de Salomón, Israel se dividió en dos: el reino del norte (Israel), y el reino del sur (Judá). Como consecuencia de esta división, los reinos quedaron empobrecidos y a merced de los grandes imperios vecinos.
Entonces aparecieron los grandes profetas que invitaban a la conversión.
El reino de Israel terminó siendo destruido y arrasado por los asirios.
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