Donde todo comenzó.
El nombre de Belén deriva de la palabra hebrea
Beth-lehem que significa Casa del Pan, tal vez porque era una localidad fértil en una zona de estepas desérticas.
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Aldea situada a unos nueve kilómetros de Jerusalén la capital de Israel, en la época en que nació Jesús, no debía contar con más de mil habitantes, sobre todo pastores y campesinos ( la imagen de la derecha es Belén en 1814).
Actualmente se conoce con el nombre de Bayt Lahm, y está situada en Cisjordania, con una población aproximada de 30.000 habitantes.
La importancia de Belén siempre ha estado registrada en la historia, y no solo por el nacimiento de Jesús. En sus orígenes la población pertenecía a la tribu de Judá. Fue la cuna del rey David, rey del naciente reino de Israel y bajo el cual el reino adquiriría un gran esplendor. Lugar donde murió y todavía podemos visitar la tumba de Raquel, esposa de Jacob.
Da igual su nombre.
Fue allí donde tuvo lugar el acontecimiento que ha dado nombre a los Belenes, aunque también existen otras denominaciones como la de Nacimiento, extendida por toda nuestra geografía, o la de Portal, llamada así por la zona del Sur de España, y la de Pesebre que se da por Cataluña o Sudamérica.
Cualquiera de ellas es una bonita manera de llamar a esta representación plástica que tradicionalmente llega a nuestros hogares con emoción y devoción al final de cada año.
Primera imagen.
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El estilo del fresco y su localización (en una de las áreas mas antiguas del cementerio), contribuyen a datar la imagen a finales del siglo II.
Pocas imágenes.
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que las de la Pasión, siendo el siglo VII cuando el Papa Teodoro manda construir en el interior de la iglesia de Santa María la Mayor, de Roma, un oratorio reproducción de la cueva de Belén.
La escuela románica y luego el arte gótico representan pero de forma independiente a los componentes de las escenas de la Natividad en multitud de pórticos, baptisterios, libros de oración y en orfebrería.
Es por ello que el verdadero origen del Belén hay que buscarlo en las representaciones del Nacimiento en las fiestas Navideñas.
San Francisco.
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Cuenta su primer escribano el fraile Tomás de Celano, que en el año 1223 decidió crear por primera vez una recreación viviente del Nacimiento en la cueva de un bosque cerca de Greccio.
El sábado 3 de octubre de 1226, hacia las 19 horas, murió a la edad de 44 años. Fue sepultado en la iglesia de San Jorge. El 16 de julio de 1228, el Papa Gregorio IX canonizó a Francisco de Asís y se convirtió en Santo.
El primer Belén.
25 de diciembre de 1223, Greccio es una aldea pequeña de origen medieval antiguo, en la provincia de Rieti, al noreste de Roma, en la pendiente del Monte Lacerone.
Todo se celebró como estaba previsto: la noche de Navidad, la gente del castillo se dirigió al lugar donde vivían los frailes, cantando y con antorchas y en medio del bosque.
En una gruta prepararon un altar sobre un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey. Aquella noche, como escribió Tomás de Celano, se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén. Para una celebración tan original Francisco había obtenido el permiso del papa Honorio III. La homilía corrió a su cargo, pues era diácono, y mientras hablaba del niño de Belén, se relamía los labios y su voz era como el balido de una oveja. Un hombre allí presente tuvo una visión de un niño que dormía recostado en el pesebre, y Francisco lo despertaba del sueño.
La gente volvió contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja, que luego se demostró una buena medicina para curar a los animales.
Primeros tiempos.
Con el paso de los años, los franciscanos siguieron el ejemplo de su fundador, y Santa Clara difundió por Italia esta piadosa costumbre que se extendió en la iglesia.
Pero el testimonio mas antiguo de un Belén con figuras y no con personas, lo encontramos en el año 1.252 en el monasterio alemán de Füssen (Baviera).
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